Últimas misivas



4 de mayo de 2011


Eres la única persona con luz en esta ciénaga de *****.
Te recuerdo...



22 de septiembre de 2010

Con franqueza, me siento como el ser más horrible de cualquier existencia. Seguro que para cualquier entendido en la materia humana, mi estado de ánimo tendrá una definición precisa. Pero debido a este lamentable estado me importa un pimiento cómo se diga o en qué cuadro psicológico me situa la ciencia.
No tengo esperanzas, no tengo ilusiones, no tengo alegrías... Seguro que seguirás perpleja por lo que te digo pero no tengo otro modo de expresarme, aunque para ti puede que parezcan palabrerías.
Tienes razón en muchas cosas, te agradezco todo lo que estás haciendo por mi para poder recuperarme, pero... pero este pozo profundo no me ofrece alternativas ni tampoco las busco.
¿Es inteligente seguir en esta situación y no hacer nada por salir? Me da igual. Este tipo de interrogantes no me conmueven ni me atizan para poder buscar una solución.
Desaparecer. Si. Esa es mi necesidad, soy reo de esa necesidad y no quiero colmar otra satisfacción que no sea la de aislarme de las personas para conseguir en última instancia que las vidas de las personas no se vean afectadas por mis errores.
Llámalo cobardía, llámalo debilidad, llámalo como quieras, pero mis sentimientos no dan para otra cosa.
El placer de sentirme útil no encaja en mi abecedario, es irrelevante en todos estos días que algo tan sublime como participar o compartir con otras personas y sentirme correspondido me hagan salir de este pozo. No aspiro a nada, no deseo que nadie me quiera ni me halaguen. No. Y mil veces no.
No. Negatividad. Obscuridad. Asfixia. Todo lo que me rodea se impregna de ello y es imposible que exprese una idea sin la palabra no.
Te quiero. Aunque siempre lo hayas dudado pero no voy a demostrartelo a estas alturas de los acontecimientos. Me diste muchas cosas que las creía desaparecidas y tuviste la virtud de llegar a mis cimientos para reconstruir las piezas de mi rompecabezas que siempre habían estado en desorden. Pero ya estoy en el vacío y no hay posibilidad de retorno.
¿No comprendes que no puedo volver mientras siga odiandome y despreciándome? ¿Como puedo trabajar con los demás si no me soporto yo mismo? Iba a decir ahora que lo siento... pero sería baladí, ya no sé ni lo que siento.
12 de julio de 2010
 
Cómo podría separar el trabajo **** de mi estado de ánimo? Cómo podría caminar sin sentimiento? Cómo podría abrir los ojos con esta venda?
No me sostengo, ****. No soy capaz de hilvanar nada congruente. Respiro porque no mando sobre mis pulmones. Y el sol aparece aunque no lo haya requerido.
Mi vida está destrozada. Mi propios actos me han llevado al suicidio. Y verás que siempre digo "Mi". No veo más allá de mis pestañas porque en mi interior todo es tenebroso. Y no puedo pensar con ese espíritu que tú dices cuando intentas convencerme de que hay que separar una cosa de la otra. Cómo podría hacerlo si no soy dueño de mí?. La amargura y el desasosiego me han atrapado y no alcanzo a distringuir el camino de la cordura. No puedo gritar porque mi garganta me hiere y no puedo llorar porque no quedan lágrimas.
Me ahogo.
Sé que provoco un grave problema a los demás, sé que mi decisión es irresponsable. Lo sé. Pero no me has dejado otro camino.
Podría decir que aquí no ha pasado nada y continuar trabajando en pos de unos objetivos solidarios y justos tal como me comprometí en su día, pero no puedo sufrir más. No puedo seguir como si lo nuestro fuera un acontecimiento nímio que no repercute en mi vida. Pero todo es mi vida. No alcanzo a separarlo.
... me maldigo una y mil veces. Siento haberte causado tanto daño y sé que nunca podré redimirme de ello. Malditos mis días...

8 de julio de 2010

Después de estar mucho rato con la página en blanco he decidido escribirte estas letras con propósito …, o vete a saber, la verdad, no sé. Por eso he puesto tu música de piano y dulce voz para poder romper el gran muro que hay entre tú y yo, y poder darte la debida respuesta.
El cenicero va cubriéndose de colillas y sigo sin saber cómo empezar. No esperes palabras abigarradas habituales en mí. Me gustaría ser directo y decirte lo que tengo en esta quebrantada cabeza.
Sabes que no he querido responder a cada una de las dolorosas acusaciones que me has hecho por teléfono. Creo que no debería contestar una por una como si de un manual se tratara  porque no conseguiría llegar a ninguna cura que pudiera aliviar el momento tan hiriente que sufres. Sí, es realmente muy desgarradora esta situación. Pero en estos momentos no hay nada que pudiera aliviar el amargo sufrimiento que te he provocado. Creo que incluso con estas palabras estaré fustigando tu corazón.
En toda esa catarata de espinosos reproches (seguro que te he provocado ahora alguna mueca de disgusto) no se sostiene merecidamente cada razonamiento, tan solo has conseguido que se claven en mi piel de una manera tan imperceptible pero al mismo tiempo tan notorio que hasta me duele al respirar. Sin embargo creo que no es momento de decirte cómo me siento sino cómo podría hacer algo para que tu alma encontrara la calma.
Siempre he creído en ti, ya sabes que con nadie me he mostrado de una manera tan abierta como lo he sido contigo; te he dado mis propios recuerdos, mis deseos, mis contradicciones, mis pensamientos, y te he dado mi ser … Sí, no te rías irónicamente, lo sabes, sabes todo de mí, hasta lo que yo no he llegado a saber.
Hace tiempo, cuando te dije que si me dejabas quererte un poquito, lo hice con miedo, con cautela, con voz bajita; me parecías tan especial que la  coraza que protegía mi corazón se desvaneció como por encanto. Esta coraza ya pesaba, sabes?, me impedía moverme con libertad y contigo empecé a descubrir la libertad. No pretendía entrar en tu vida para cambiar la luz de tu espacio tan solo quería sentir un poco de tu especial belleza. Por eso te decía que no quería hacerte daño, eras tan encantadora y brillante que el temor a que lo estropeara me obligaba a expresarte esa sensación.
Te he adorado. Te he creído siempre como mi religión. Te he ansiado hasta un punto que no creía que fuera verdad. Pero…
Hete aquí el “pero”. Todo se ha ido a pique de una manera aterradora sin posibilidad de recurrir a ningún bálsamo milagroso. Cuando te conocí sabías que tenía algunos encuentros con esa persona. Te conté todo. Te expliqué qué sentido tenía. Te di a conocer de qué se trataba, y desde el momento en que nuestra relación se torno con matices profundos dejé de verla. Desde aquél momento no volví a tener ninguna relación con ella. Y si quieres creerme, tampoco con ninguna otra. No obstante tú siempre has sospechado de mí sin darte motivos, siempre has sembrado dudas. Aunque creo que de esas dudas tengo alguna culpa. Recuerdo que al principio jugaba contigo a picarte entre risas y supuestas mentiras sobre eso, y reconocí cuando me lo advertiste que era un juego muy peligroso. Al final ha sido así. Porque ha dejado secuelas. Ya te he dicho que no he tenido nada con ninguna, cosa que sin embargo sí has tenido tú. Pero eso no me inquieta, ya que si me lo cuentas lo entenderé, pero nunca seré yo el que siembre dudas sobre tus escarceos con otros. Poner entre tú y yo un asunto que no tiene esa relevancia me parece excesivo. Y a pesar de todo, tú has entrado por el camino equivocado.
¿Qué necesidad tenías de buscar a esa persona? ¿Acaso yo tenía algo más con ella que no fuera esporádicos encuentros, y todo ello antes de haberte conocido? ¿Era tan importante forzar o violentar un espacio ajeno para poder descubrir si yo hago tal o cual cosa con ella? ¿Merecía la pena? ¿Te sentías bien haciéndolo?
Y te vuelvo a relatar lo sucedido a partir del viernes pasado para que de una vez por todas te quedes con la verdad. El viernes me llamó ella. Sí, me llamó. Después de mucho tiempo y después de decirle que ya no podíamos seguir. En ese momento no le contesté, y fue al cabo de unos tres cuartos de hora cuando estúpidamente le devolví la llamada. Me comentó lo que le sucedió y el tiempo que había estado en el hospital a punto de morir (según ella). También me dijo que ya no tenía el mismo móvil y que tuvo problemas al pasar los números de contacto del antiguo, ya que incluso, estando en el hospital le preguntaba a su hijo si había llamado alguien con mis características ¿? cosa que no comprendo ya que yo no la llamaba nunca desde que lo dejamos. Y mira por donde, me dijo que no sabía si ese era mi número o no y que llamaba para comprobarlo. Debería haberle dicho que lamentaba lo que le había pasado y que le deseaba una pronta mejoría, pero ya ves, yo, el necio, le digo que si tuviera un rato el lunes podría acercarme a verla.
Y ahora, de una manera cruda, ¿se lo dije para “follar”? ¿tenía yo intenciones de reiniciar esos encuentros? Seguro que no me creerás. Pero a estas alturas de las cosas ya poco me importa. Porque ¿sabes lo que pienso? que los hados se han confabulado e inexplicablemente algo ha hecho que ella me haya llamado. No es lógico que después de tanto tiempo ella me llame y me cuente lo mal que se encuentra. No es lógico, algo ha sucedido. Sé que tú tienes ese sexto sentido que te hace descubrir cosas que nadie ve, pero también percibo que en esto hay algo más que no consigo descubrir, no sé que ha podido influir, pero no es normal. Entre ella y yo no hay nada más, sólo hubo algunos encuentros, que incluso se pueden contar con los dedos de la mano. Sólo he tomado un café con ella el día que nos vimos y no le he engañado con una sarta de sentimientos para que fueran engendrando en ella alguna esperanza de algo más conmigo. Esto no tiene ni pies ni cabeza.
En esto hay algo que no me cuadra. Y mientras tanto, desde hace tiempo tú decidiste indagar sobre esa persona, mantienes una relación cercana con una persona desconocida, sin que tú me dijeras nada, y que sin saber cómo, se te abre para contarte con pelos y señales los escarceos que tuvimos. ¡Es sorprendente! Y además sin yo saberlo…
Y sin yo saberlo también rebasaste los límites de la confianza cuando curioseaste en mi móvil. De verdad, no entiendo nada. Todo esto me supera, este constante examen en el que me he encontrado me sobrecoge. Tanto, que incluso con los vaticinios de una pitonisa te hiciste una composición surrealista de supuestas relaciones con personas de mi sexo. A pesar de explicarte incluso quién es ese tal Pablo.
Lamentablemente yo no soy quien quisiera ser. Soy algo que se ha modelado con peculiares circunstancias que han hecho que sea diferente a los demás en el terreno sexual. He vivido en una relación que me ha condicionado hasta tal punto que he suplido esporádicamente mis necesidades con la práctica de algunos encuentros con otras mujeres, ya te lo he contado. Pero aún más, no tengo la misma necesidad diaria que pudieras tener tú puesto que nunca he tenido eso. De ahí a que me achaques que cuando no teníamos sexo tú y yo era porque ya venía yo harto de hacerlo con alguien. No. Por favor.
No sé cómo hemos podido llegar a este punto. No entiendo por qué me has demostrado que  nuevamente has transgredido los límites de la confianza para hacerte unas conjeturas sobre unas pastillas que no ha servido para nada. Tan sólo para demostrarte a ti misma que tu imperiosa necesidad te traiciona. ¿Sabes para quién son esas pastillas? Para mi amigo ****. Sabes que entre él y yo existe una gran amistad, que yo la identificaría como casi de hermandad, lo considero como mi hermano. A él no le he contado nada sobre ti pero si le hablé de esas pastillas de las que me hablaste y me propuso que las consiguiera. Él no sabe mucho de ordenador ya que lo utiliza su mujer, pero él sólo llega a entrar en alguna página general; dejó la escuela muy joven y no ha leído en su vida un libro entero. El año pasado intentó leer una novelita de Marcial Lafuente Estafanía, del oeste, y le costó terminarlo dos meses. Tanto es así, que las facturas, papeleos y bancos siempre los ha llevado su mujer. Pues bien, me pidió que se las consiguiera ya que desde que comenzó a estudiar su mujer en este curso no tienen las mismas relaciones sexuales que antes. Debido a que no nos hemos podido ver todos los fines de semana y que a mí se me olvidaba llevar las pastillas, aún tengo la caja en mi casa.
Ya ves, así de clarito. Pero no. Resulta que yo las he comprado para dársela a alguna mujer para poder follar con ella. Así sea… Te puedes quedar con la versión que más te plazca.
En fin, creo que ya es tarde, lo digo por la hora, y no voy a releer todo lo que te he escrito. No sé si entenderás algo o si te sirve. Seguro que no. Pero hoy no estoy para más, ya he escuchado dos veces tu música de piano y voz dulce, y estoy agotado aunque no sé si el sueño me reparará algo.
Solo tengo ganas de desaparecer, de perderme, y como tú dices, dentro de unos años ya nadie se fijará en mí y estaré solo. Ojalá sea así. Rezaré por ello.